—¿Por qué los reversos?, ¿por qué las destilaciones minimalistas?, ¿por qué el ascetismo de las visiones —palabras— que se desmenuzan? Pues, por una razón ecológica: para así despejar el ambiente.
Flaubert habló de “un libro sobre nada”. A mí me gustaría un libro sobre nada que sólo se sustentara en: las vicisitudes de la visión plástica; lo orgánico como lo inorgánico, o viceversa; la relación entre dos imágenes que no tienen sustentáculo en lo real; el puro análisis de una imagen que llega a seducirnos; el establecimiento de un espacio de lo fantasma (espacio que sería el hueco que queda, al suprimirse lo real).
No olvido esta observación de Pasolini, en una entrevista a Pound: “En lugar de imaginarlo extendido a través de un territorio lingüístico, lo veo metido en lo profundo de un pozo en el cual usted ha reducido el mundo a unos cuantos elementos, o sea, a un grupo de citas que siempre son las mismas, a un grupo de amigos que siempre son los mismos, x, y, y sucesivamente. Como si trabajara en el fondo de un pozo muy estrecho, donde constantemente recuerda y reflexiona sobre su vida”.
Reducir el mundo a unos cuantos elementos de esta Playa Albina, a un grupo de idénticas citas, a menos que un grupo de amigos. Esto es lo que he hecho, desde hace muchos años, cuando no me quedó más remedio que meterme en un pozo. Pero lo malo es que uno no es Pound.
Hasta que llegue el silencio, fotografiar lo conocido, estar en el juego de las fotografías, o hasta volverse uno una fotografía (“Me hubiera gustado ser un retrato anónimo”, decía Gómez de la Serna). Quizá jugando se pueda alcanzar el satori.
Quizá jugar…, con la fotografía, con lo plástico, hasta que, como dijo Benjamín Jarnés, “la pintura volviese un poco a su estado de inocencia, que tuviese su cubismo al revés”.
Arrojar las piezas, arrojar palabras. Después, también convertir las palabras en piezas. Y, al final, meter todo eso en las cajitas, siguiendo un juego de maquinaria, pensando en Raymond Roussel.
Pero no olvidar que antes de empezar se puede arrojar todo: palabras, sueños, citas. Formar la churumbela.
Recuerdo esta cita: “Jacques Scherer afirma que Paul Valéry le confió: Mallarmé comenzaba algunos de sus poemas […] arrojando palabras sobre el papel, aquí, allá, como arroja el pintor pinceladas sobre la tela, y se dedicaba luego solamente a vincularlas para hacer con ellas frases o poemas, siguiendo las reglas de composición más estrictas”. Y es que esta cita la sueño delirantemente, pues me gustaría arrojar palabras al papel para luego, convertidas en piezas de un juego a lo Roussel, meterlas dentro de una cajita.
Entonces se empieza a luchar para convertir las palabras en piezas, entonces se empieza a luchar para conseguir un proyecto de construcción. Y lo más probable es que no se pase de ahí, lo más probable es que todo quede en un reguero que no se pueda componer. Pero entonces, mi delirio con la superposición me lleva, contra viento y marea, a no querer abandonar el proyecto fracasado, y a querer construir una cajita donde la composición que ordene a las piezas consista en una superposición de piezas que no logran integrarse en el juego. O sea, sería como el juego del juego no logrado. Esto, lo confieso, es puro delirio, pero me gusta. ¿Qué le voy a hacer? Uno es como es.
—Y, en cuanto a las citas, sobre todo, mi apego a esta de Umberto Eco: “El lector tiene que entender que estoy jugando con las ideas, y por eso tengo que usar una enorme cantidad de material, gran parte del cual ni yo mismo conozco”.
Creo que decía Tablada: “Adánico como la sorpresa y sabio como la ironía”. Pero, ¿la ironía siempre es sabia? ¿Es sabia cuando, como fue en el caso de Tablada, tiene un sabor a juguetería?
Y, ¿por qué, casi siempre, los literatos pretenden que la juguetería sea sabia?, ¿por qué pretenden que la juguetería dicte normas? ¿No les basta con que sólo sea un juego?
Y, sobre todo, junto a la conciencia de mi juguetería, no dejar de recordar, cuando me enfrento con un espejo, esto dicho sobre Ferenczi, en una carta de su hijastra: “A cada rato, cuando pasaba frente a un espejo exclamaba: No sé por qué estoy tan pálido… supongo que será la vejez y se reía”. Y es que, efectivamente, un anciano Autor de Playa Albina debe tomar conciencia del potencial literario que pueda haber en su palidez de viejo.
Es que yo he pensado hacer un hilado, con todas estas citas que me han ido cayendo en estos años de Playa Albina, pero después me he dado cuenta de que el mejor hilado o relato que puedo hacer es dejar las citas tal como están. Por eso, para justificar el dejar las cosas tal como están, me he aferrado a esta cita del Doctor Johnson: “Tal vez un día el hombre cansado de preparar, de vincular, de explicar, llegue a escribir sólo aforísticamente. Si esperamos a entretejer lo anecdótico en un sistema, la tarea puede ser larga y dar menos fruto”.
“Esto es, por tanto, lo que justamente buscábamos a través del raciocinio sagaz: lo que está mezclado con las cosas, lo que denominamos vacío”. Lucrecio.
“Pues cuanto más voy viviendo menos me interesa el ingenio, en el sentido intelectualista y literario de la palabra, en su plano propio. Tal ingenio se ha echado al arroyo. Hubo un tiempo en el que, silogizando, pudo Sócrates no sólo épater le bourgeoisie, sino hasta dar un serio impulso al progreso humano; llevándola a reconocer sus leyes propias, dio a la inteligencia el sentido de la responsabilidad; de aquí toda nuestra ciencia. Hoy, en cambio, la inteligencia, que por haberse diferenciado mucho más y encontrarse ya asentada ha llegado a estar muy segura de sí misma, no se siente responsable de nada (…) Dentro del mismo orden de ideas, muchos poetas, que hace veinte años hubieran vivido aún una vida bohemia y anatematizado el orden burgués, hacen un excelente papel como jefes de negociado en los ministerios e incluso como embajadores. Y es que la literatura no compromete ya a nada. En el peor de los casos, la inteligencia se manifiesta como puramente destructora”. Conde de Keyserling.
—Y, en cuanto a las figuras, no estaría mal relacionarlas, a través de vendas, con la Muerte. Recordar El Libro de los Muertos.
Para la construcción de la figura, no estaría mal tener en cuenta esta observación de Boris Vian: “Alzó hacia Chick una mirada desencarnada y maloliente”.
Y tampoco está mal, en esto de la construcción de la figura, detenernos en una observación como esta que hizo Proust: “Era un hombre alto y grueso, muy moreno, estudioso, algo tajante. Parecía un cortapapeles de ébano”.
—Y, en cuanto a la memoria… La mnemotecnia de las cajitas. ¿Qué mundo de la memoria pueden reconstruir las cajitas? ¿O no podrá ser que las cajitas destruyan la memoria?
—Y, en cuanto al vacío, no sé por qué me lo explico a través de esta visión de Gómez de la Serna: “Estaba perdiendo el tiempo. El éxito sería ser atropellado por un tranvía e ipso-facto convertirse en el sombrero amarillo de la tienda de sombreros próxima al lugar del atropello”.
También, en cuanto al vacío, se trata de un pedazo de luz que se ve dentro de una sombra, o como un pedazo de sombra que se ve en la luz. Uno sabe que hubo algo, y uno sabe que no hubo nada (pero eso sí, en este último caso, se siente como una inexistencia que pesa sobre uno). Y esto que estoy diciendo —¿una experiencia?—, ha sucedido en el suelo —¿de la terraza?—. Pero quizá esta experiencia también sucedió en la infancia.
[Material de la papelería digital inédita del autor.
Facilitado en agosto de 2012 por Marta Lindner-García]
Fotografía de portada: Diane Rolnick