Corre el año 1643 de nuestra era.
El infante rey Luis XIV juega con su mucama en su Chambre du Roi (aún no lleva corona).
Un raro instrumento lleno de plata líquida llamado barómetro ha sido dado a conocer por Evangelista Torricelli.
Jacques La Mercier da los toques finales al Paláis-Royal (que el abominado Cardenal Richelieu nunca habitará).
La universidad de Utrecht lidereada por Gisbertus Voetius prohíbe el método cartesiano (Descartes se orina de la risa).
El Teatro Grimani de Venecia ha estrenado a bombo y platillo La coronación de Popea de Monteverdi.
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Pierre Gassendi, teórico atomista, cuasi-empirista, defensor de la Nueva física, refutador de flemáticos aristotélicos y seudo místicos, ha escrito un ensayo para ser leído en el Salón del clavecinista Alessandro Constantini, en el barrio bohemio del Pont Neuf de Paris. Se han dado cita ocho amigos libertinos:
Pierre Gassendi (filósofo, físico y astrónomo),
Jacques Champion de Chambonnières (bailarín y famoso clavecinista),
François Le Vayer La Mothe (escritor, escéptico y tutor del joven rey de Francia Luis XIV),
Gabriel Naudé (adivino, bibliófilo y bibliotecario insigne, director de la Biblioteca Mazarino),
Jean Baptiste Poquelin (poeta y dramaturgo, luego conocido como Molière),
Jean Hesnault (poeta, cínico y libertino),
Claude Emmanuel Chapelle (médico, poeta y libertino)
Cyrano de Bergerac (joven poeta, libertino y narizón)
Conversan animadamente alrededor de la mesa servida con lomos, queso pan y vino. Argumento y discusión se forjan a morapio, espiga y horno. Damos oídos a un aplauso enfático y sostenido. Pierre Gassendi ha leído el prólogo de Disquisitio Metaphysica.
Chapelle (facha de presagio): ¿Han oído las nuevas? La universidad de Utrecht ha condenado el método cartesiano.
Chambonnières: ¡Tamaño ataque al método!
Chapelle: Un teólogo nombrado Gisbertus Voetius.
Los presentes al unísono: ¡CENSOR!
Naudé: ¿Voetius el gomarista, o será arminiano?
El clavecinista (tosecita fingida) : Ni lo uno lo ni otro. Vaya.
Cyrano (sátiro de voz nasal engolada): Messieurs, permitidme dilucidar el asunto desde la teoría de proporciones de Saveur. Los gomaristas son a los arminianos lo que los maniqueístas son a los pelagianistas.
APLAUSOS
Chapelle (desde una esquina): Pelagio, del pío, pío.
Naudé (a lo Nabucco en Dio di Giuda):
“Mártir Pelagio, de la fe testigo,
del Rey que reina siempre fiel soldado,
al coger hoy la pluma ven conmigo,
y así podré loarte al ser cantado,
Tu martirio de Dios hízote amigo”*
Molière (tenor en Aria de locura):
“Herejes somos, malsines,
con chillidos los maitines,
Dejad uvas, ¡galopines!”**
Naudé: Poeta Poquelin, entelequia bigotuda, hilvanas anapestos.
Hesnault (brazos y palmas extendidas): Ciel ! Basta de fruslerías. Reanudemos el tema Voetius. ¿Quién domina las seis herejías presentadas por el papa Zósimo?
El clavecinista: ¿Zósimo? Quello accomodante.
Molière (gallipavo quejante): Cher Hesnault, tu saber es viento oscuro despojando el mundo.
(Cyrano cae de tacones): Mundo es un llamado desnudo. Un rótulo de archivo.
Molière (palmando en clave 2/3): Una señal con el dedo.
Cyrano (índice del Greco): Un perfil de diccionario.
Molière (diestra anchurosa): Un banderín acebedo.
(Risillas afónicas)
La Mothe: Laissez tomber ! Da capo: l’affaire Pelagio.
Gassendi (rascándose la garganta): “Adán hubiese muerto aunque no hubiera pecado”. Es mi favorita de las seis herejías. La discutí con Henricus Regius en el Salón de la marquesa de Sablé.
La Mothe: Soy testigo.
Hesnault (después de un sorbo): Non capisco. Descartes es tan creyente como el pietista holandés.
Gassendi (interrumpiendo): No, Voetius defiende la fe. Maître Descartes, la razón.
El clavecinista: Mon Dieu !
Chapelle: Dejad a Dios tranquilo.
(Molière de pie, extendiendo los brazos):
Dios es el único enemigo,
del vano,
del audaz,
del sibarita,
la sola esperanza,
el solo amigo,
Hesnault y Chambonnières: Genial !
Gassendi (masticando un mendrugo): Molière ¿sois acaso adoxastôs? —referíase a la categoría “increyente” mencionada por Sexto Empírico.
Molière (enrollando el bigote): Cher Gassendi, albergo la posibilidad cordial de hesitar.
Hesnault (interrumpiendo parsimoniosamente): Elemental, Gassendi. La miel por ejemplo nos parece dulce, ¿pero ese dulzor, está en la miel, o en nuestro paladar?
El clavecinista: Aquí va otra. ¿Podría Dios hacer aparecer como verdadero lo que es falso?
Cyrano y Hesnault: Ouh là là !
Gassendi (aspirando hondas bocanadas de pipa de arcilla): Lícito, tratándose del ente omnipotente.
La Mothe : ¿No es ese el argumento del franciscano Guillermo?
Cyrano (volteando las manos): Dios puede hacer lo que quiera y estará bien.
Chapelle (vagando en el tiempo): Ese es el punto de Guille, la Gillette.
Chambonnières (ejecutando croise devant): Tengo otra guillermada.
Fe es la fuerza de la verdad invisible.
Chapelle: ¿Invisible?
Molière (bisbiseando, arrimándose a Chapelle): La fe no necesita pruebas, alegan los fideístas hijos del fideo.
Hesnault: Viva la sopa. ¡Al ajo con el teísmo!
Chapelle (almidonado): Renunciar La raison ? ¡Irrazonable!
Chambonnières (zumbando en puntillas alrededor de la mesa): ¿Fe o rancia ignorancia?
Gassendi (carialegre): ¿Ignorancia? Negar lo innegable.
Cyrano: Sugiero un verso patético del gran Lope.
El alma humana es sufrimiento,
tantas veces rendida a la fortuna,
quizá la FE de tantas veces una,
resistirá la fuerza del tormento.
¡Muy bien! (profieren los libertinos)
Naudé (eludiendo la elipsis): Aquí va uno de la santa de Ávila.
Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta.
Un silencio noctívago impregna las paredes.
Chapelle: Después de todo esto, ¿cabe duda aún?
Hesnault (geta de “Retrato de Jan” de Rubens): Siempre cabe, ¿no eres acaso libertino?
Chapelle: Soy inocente, para ser inexacto (risilla de bigote)
Cyrano: ¿Qué buscamos con todo esto?
Molière: Discutir, prevaricar, atizar…
Cyrano: O sim-ple-men-te joder.
Gassendi (lanzando ancha bocanada): Et pourquoi pas ? Hallar la verdad.
Cyrano (agarrando a Molière por los hombros):
¡Nuestra perdición!
Un luchar intenso,
Una discusión sin fin,
Un entrar y continuo salir.
Hesnault: Volviendo al ser supremo. Dios existe pues lo pienso (atribuido a San Anselmo)
Chapelle: Una quisicosa, ¿es, luego lo piensas? ¿O lo piensas, luego es?
Gassendi (bataneando la sotana de mendrugos): Versa y viceversa.
¡Ya la tengo! (exclama Molière)
A veces pienso en la nada y pregúntome,
¿Existe la nada?
Chapelle (alisándose el bigote): Bien sûr !
… como cuando admites no tengo NADA teniéndolo
(Risas etílicas)
Molière (pateando y explayando los brazos): No tengo sol ni noche malvada
No, no hay NADA.
Cyrano (coz retumbante): La nada es la lacra que nos corroe,
la esperanza de que el sueño torne.
Chambonnières: Creo que fue Montaigne quien escribió: Lo finito se aniquila en presencia de lo infinito y se convierte en pura nada.
El clavecinista (con aires de agorero): “El ser y la nada”, dirá un día un filósofo bizco.
Alguien detrás de un biombo chino en el salón: Si no hay nada, os lo ruego, ¡dejadla!
(Carcajeos)
La Mothe (acechando a Gassendi): Pardon. ¿Puedo decir Dios no es posible?
Gassendi: Toda imposibilidad se hará inmediatamente necesidad (otra chupada a la pipa y el gargajo a la escupidera)
Chapelle (sirviéndose mucho vino): Negaré la necesidad de Dios para convertirlo en probabilidad. ¿Tengo autoridad?
Gassendi: ¿Negar la necesidad necesaria? C’est impossible !
¡CONTRADICCIÓN! (vocean Molière, Chapelle y Cyrano)
Hesnault (melodramático, sombrero en mano): Se me ocurre una rimilla:
¡Gassendi…
filósofo del nouveau!
mago de capa negra,
saca del bonete un conejo,
a silbo ido alegra,
de hipo divo un huevo,
última instancia,
de ídolo rancia.
¡Espléndido! (vociferan)
Chapelle: Se me ocurre un chanza. La duda que duda ya confía.
Cyrano: La duda que no duda, es ignara.
Hesnault: ¡Oh duda, dúdame!
Creíble no resulta ni lo visto,
¿quién sabe los secretos de lo claro?
apenas doy probanza de que existo.
Gassendi (ipso facto): Hesnault, mientras más dudas, más crees. Ahora debo marcharme, se hace tarde.
(El corro de amigos protesta, “cómo tan pronto”, “un rato más”, “hay más asuntos”)
Cyrano (gran declamador):
Amigos, s’il vous plaît…
La noche y Gassendi se despiden,
En la fuma y con el vino discutimos,
Amigos de alegrías y tristezas,
Los sabios muertos nos hablan al oído,
Los vivos indolentes nos desprecian.
Baja el tono de las voces,
abrazos,
apretones fuertes de manos,
cada cual a su sombrero y su bastón,
se murmuran adioses.
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* El drama de San Pelagio, poema de la monja sajona Roswitha (1649).
** Del libreto de la ópera L’egisto (1642) de Giovanni Fustini, compositor: Francisco Cavalli.