De la raíz a la resurrección: lectura del soneto XIV de Rilke

1. Hacia una poética de lo intermedio

La imaginación poética de Rainer Maria Rilke a menudo difumina la frontera entre la muerte y la vida, la presencia y la ausencia, la tierra y el espíritu. En su soneto «Wir gehen um mit Blume, Weinblatt, Frucht» (Caminamos con flores, hojas de vid y frutos), el poeta no solo se entrega a una celebración lírica del crecimiento natural, sino que medita sobre el entrecruce ontológico, un diálogo subterráneo entre los muertos y los vivos. Este entrecruce no sigue una lógica de temporalidad lineal o soberanía clara, sino que invita al lector a adentrarse en un reino de «Zwischending», un entre-cosas compuesto de «fuerza muda y besos».

Lo que comienza como una imagen pastoral se despliega en un complejo paisaje metafísico donde se reconsidera el papel de los muertos y se cuestiona la suposición del dominio humano sobre la naturaleza. Como se argumentará en este ensayo, el soneto de Rilke lleva a cabo una sutil descentración de los vivos y propone un orden sagrado alternativo, en el que la muerte participa generativamente en el Ser.

La invocación de Rilke al Zwischending, el «entre-cosas», introduce una categoría que se resiste a los límites metafísicos convencionales. No es un mero objeto ni un símbolo puro, sino la manifestación de algo que surge de las profundidades ocultas y lleva consigo tanto el peso del silencio como el rastro del afecto. Esta composición de stummer Kraft und Küssen —«fuerza muda y besos»— sugiere que lo que crece de la tierra lleva en sí una intimidad residual con la muerte, pero sin luto. En lugar de plantear la muerte como una carencia, Rilke la reformula como un sustrato activo, capaz de dar forma, densidad y vitalidad a los vivos. El fruto, entonces, no es solo el resultado de procesos biológicos, sino el resto sensual de lo que ha pasado, portador de un misterio que no comienza ni termina con nosotros.

Esta transformación de lo natural en metafísico tiene consecuencias en nuestra concepción de la agencia y el poder. El giro del poema, que pasa de observar las flores y los frutos a cuestionar si los muertos son sus verdaderos creadores, conduce a un desplazamiento de la certeza antropocéntrica. Los vivos ya no se sitúan como amos de la naturaleza, sino como receptores de un don insondable, cuya fuente se encuentra debajo, en el silencio, la descomposición y tal vez incluso en el trabajo involuntario. Rilke no moraliza esta inversión, pero deja que afloren sus implicaciones: que los muertos pueden gobernar más de lo que imaginamos y que su presencia enterrada no es estática, sino constitutiva de lo que llamamos vida. De este modo, el soneto apunta hacia una poética de la profundidad, donde la soberanía ya no se encuentra en la visibilidad o la voluntad, sino en lo que se da sin previo aviso, desde abajo.

 

2. Los muertos como generadores: arcilla, médula y el don del crecimiento

El soneto comienza con la observación:

Wir gehen um mit Blume, Weinblatt, Frucht.

Sie sprechen nicht die Sprache nur des Jahres. *

Aquí, Rilke señala que los objetos naturales no son meramente efímeros o cíclicos. Hablan un lenguaje que no se limita a los ritmos estacionales, sino que se adentra en lo desconocido temporal. Este «buntes Offenbares» (colorida revelación) surge «aus Dunkel», lo que sugiere que la belleza natural tiene sus raíces en la oscuridad, incluso en la muerte.

Los versos siguientes profundizan en este misterio:

und hat vielleicht den Glanz der Eifersucht

der Toten an sich, die die Erde stärken. **

Esta revelación, la belleza de la fruta o la flor, lleva consigo el «resplandor de los celos» de los muertos, aquellos que, en lugar de desaparecer, fortalecen la tierra. Su participación no es metafórica; ellos activamente «durchmärken» —marcan o impregnan— la arcilla con su «freies Mark» —médula libre—. Aquí Rilke introduce una forma profundamente material de agencia metafísica: los muertos imprimen su esencia en la sustancia misma de la vida. La tierra, entonces, no es inerte, sino que está impregnada de vitalidad.

La frase «Was wissen wir von ihrem Teil an dem?» —«¿Qué sabemos de su parte en esto?»— introduce un giro autocrítico. Marca el momento en que Rilke reconoce nuestra ignorancia no solo sobre el papel de los muertos, sino sobre el propio proceso por el que la vida y la muerte permanecen entrelazadas. La pregunta no es retórica, sino que denota una humildad metafísica. Los vivos actúan con la confianza de los habitantes de la superficie —arrancando, comiendo, admirando— mientras que las condiciones del crecimiento permanecen enterradas, tanto física como mentalmente. No sabemos cómo la médula de los muertos influye en el presente, ni cuán profundamente se mueve su presencia dentro de la arcilla. La línea insiste en que la inconsciencia es constitutiva de nuestra condición: el don de la vida no es transparente, y lo que parece vital puede, de hecho, estar arraigado en los restos de lo que una vez fue.

El verbo «durchmärken» intensifica esta agencia subterránea. No implica un toque ligero, sino una profunda penetración de la médula de los muertos en la estructura del mundo. Su «freies Mark» (médula libre) no está limitada por la voluntad o la identidad; fluye anónimamente hacia la tierra, convirtiéndose en parte de la matriz que sustenta lo visible. Que Rilke califique esta médula como frei (libre) añade una ambigüedad adicional: ¿significa liberada de los límites de la individualidad personal, o alude a una ofrenda voluntaria, una especie de generosidad póstuma? En cualquier caso, la implicación es que la materia de los muertos sobrevive como fuerza, una fuerza que no se desvanece, sino que fertiliza, dando forma a la vida sin exigir reconocimiento. El soneto expone aquí una ironía metafísica: lo más oculto puede ser lo más fundamental, y la condición para florecer reside en la descomposición.

 

3. Cuestionar el regalo: la soberanía y la inversión de la jerarquía

A mitad del soneto, Rilke introduce una pregunta discordante:

Nun fragt sich nur: tun sie es gern?

Drängt diese Frucht, ein Werk von schweren Sklaven… ***

Este momento replantea toda la imagen anterior. ¿Es el empuje ascendente de la fruta una ofrenda voluntaria, o es el trabajo de «esclavos pesados», aquellos que trabajan bajo nosotros, sin reconocimiento? La supuesta inocencia de la generosidad natural se ve ahora ensombrecida por un posible sufrimiento bajo el regalo. La cuestión de la soberanía se invierte entonces:

Sind sie die Herrn, die bei den Wurzeln schlafen…? ****

¿Son los muertos los verdaderos señores? Si es así, los vivos no son amos, sino beneficiarios, no dominadores de la naturaleza, sino aquellos que reciben de una profundidad que no pueden controlar. Esta inversión resuena con una lógica rilkeana más amplia: lo oculto es a menudo más real, más poderoso que lo visible. La soberanía no pertenece a los que están arriba, sino a los que han pasado por la muerte y ahora duermen en las raíces.

El poema sufre un cambio de tono con la pregunta repentina: «Nun fragt sich nur: tun sie es gern?» («Ahora la pregunta es: ¿lo hacen de buena gana?»). Esta interrogación abrupta rompe el flujo meditativo de los versos anteriores. Lo que parecía un intercambio elegante, casi sagrado, entre los muertos y los vivos, queda ahora expuesto a la duda: ¿es esto un regalo ofrecido libremente o es algo que se les ha arrebatado? El verso marca la entrada de la incertidumbre ética. Si el fruto es «ein Werk von schweren Sklaven» («una obra de esclavos pesados»), entonces la economía poética imaginada anteriormente —de reciprocidad, de los muertos como benefactores secretos— se vuelve moralmente conflictiva. Rilke permite que esta ambigüedad persista, resistiéndose a resolverla. Los muertos pueden estar sosteniendo la vida, pero su posición puede ser la de trabajadores involuntarios, obligados a prestar un servicio que no han consentido. La fruta, entonces, se convierte no solo en un regalo, sino potencialmente en un rastro de coacción, una hermosa carga que llevan hacia arriba aquellos que no pueden hablar.

Este encuadre conduce a la sorprendente posibilidad de que los muertos no sean en absoluto víctimas, sino los verdaderos amos del orden que erróneamente creemos controlar: «Sind sie die Herrn, die bei den Wurzeln schlafen?» («¿Son ellos los señores que duermen junto a las raíces?»). Los vivos pueden actuar como si gobernaran el mundo de la materia y el significado, pero Rilke invierte esta lógica. La soberanía se reubica: de la superficie a la profundidad, de lo activo a lo latente, de lo visible a lo oculto. Los muertos, en su silencio, se convierten en guardianes del origen, su letargo no es pasivo, sino soberano. Sin embargo, esta soberanía es de otro tipo: no se manifiesta a través del mando o el reconocimiento, sino a través de un alimento invisible y una primacía ontológica. La pregunta de Rilke no es solo filosófica, sino teológica en su alcance. Desestabiliza la idea de jerarquía al introducir un contraorden, en el que el poder pertenece a aquellos que han pasado por la desaparición y han regresado como fuerza, no como forma.

 

4. La mitocosmología de Rilke: inmanencia y poética de la profundidad

El soneto revela así una cosmología en la que la muerte no es negación, sino una participación más profunda en el Ser. El «Zwischending», ese híbrido de «fuerza muda y besos», emerge como símbolo del umbral, un espacio donde se mezclan el eros, el silencio y el poder. Este entre-cosas es el fruto, pero también el regalo simbólico de los muertos, un signo de su continua agencia y cercanía.

La visión de Rilke no es trascendente en el sentido platónico, sino sacramentalmente inmanente. El cielo, si existe, no está arriba, sino en las raíces. El poema propone que los muertos no están detrás de nosotros, sino delante, no son menores, sino transfigurados. La muerte no es una salida, sino una profundización ontológica. Así, Rilke construye lo que podríamos llamar una poética del altar bajo la tierra, una economía sacramental en la que todo florecimiento está en deuda con los enterrados.

La línea «und gönnen uns aus ihren Überflüssen» («y nos conceden de sus desbordamientos») sugiere una economía del excedente, que no funciona a través de la carencia o la necesidad, sino a través de una especie de abundancia silenciosa. Los muertos, habiendo renunciado a la forma y a la voz, ofrecen ahora desde su Überfluss, una palabra que implica no solo exceso, sino también plenitud invisible. Aquí no hay intercambio transaccional, solo la generosidad asimétrica de aquellos que, aunque ya no están presentes en persona, sostienen lo que parece ser la vida. Sin embargo, esta generosidad no resuelve la ambigüedad ética planteada anteriormente. No queda claro si los muertos actúan voluntariamente o si este desbordamiento es simplemente lo que ocurre cuando la descomposición y la transformación siguen su curso. Lo que importa es que Rilke presenta la muerte no como un vacío, sino como una fuente de presión fértil, un manantial oculto cuyo torrente alcanza a los vivos sin proclamación.

Esto culmina en la enigmática frase final: «dies Zwischending aus stummer Kraft und Küssen». Lo «entre-dos» —ni muerto ni vivo, ni voluntario ni inerte— condensa toda la cosmología de Rilke en un único fenómeno inclasificable. «Stummer Kraft» evoca una fuerza muda, que no carece de poder, sino de articulación. Es la fuerza de las raíces, de la descomposición, de lo que funciona en silencio. «Küssen», por el contrario, introduce un gesto de intimidad, de calidez, incluso de amor. La yuxtaposición es deliberada y sin resolver: nos queda un regalo que es a la vez mecánico y afectuoso, impersonal y tierno. El fruto no es simplemente alimento u ornamento, es el rastro visible de un pacto invisible, que une a los vivos con los muertos a través del paso de la materia, sin revelar los términos completos del intercambio. En este «Zwischending», Rilke no ofrece una síntesis metafísica, sino que mantiene los polos —la fuerza y la ternura, la muerte y la vida— en una tensión sin resolver. Esta tensión no es un defecto, sino la condición de lo sagrado en el cosmos inmanente de Rilke.

 

5. La resurrección como cumplimiento: la tumba cristiana como raíz ontológica

Esta cosmología mitopoética de Rilke no se opone a la teología cristiana, sino que abre un camino para su reinterpretación. En la tradición cristiana, la tumba de Cristo es tanto el lugar de la muerte como el lugar de la resurrección. El altar es la tumba, y la tumba es la matriz de la vida glorificada.

Una oración litúrgica afirma que la tumba de Cristo se mostró más hermosa que cualquier basílica, una afirmación que reconfigura el espacio sagrado. La muerte se convierte en el santo de los santos. La estructura del soneto de Rilke se hace eco de este movimiento: comienza en la belleza, desciende a la oscuridad de la muerte, interroga la naturaleza del dar y termina en un gesto de generosidad ambigua pero potente.

Si leemos el «Zwischending» teológicamente, se convierte en una imagen de la Eucaristía: no solo un fruto, sino un regalo de los muertos que es la vida misma: el Cristo resucitado. Desde este punto de vista, el soneto de Rilke no niega la resurrección, sino que la anticipa en un lenguaje diferente. Los muertos empujan los frutos hacia arriba; Cristo se levanta de la tumba. Ambos actos rompen el sello de la muerte desde dentro.

El movimiento desde la cosmología inmanente de Rilke hacia una lectura teológica de la resurrección encuentra su puente en la línea «die bei den Wurzeln schlafen» («los que duermen junto a las raíces»). Esta imagen resuena con fuerza en la liturgia cristiana, donde la tumba no es solo el lugar de la muerte, sino el lugar de la transformación generativa. Tanto en la tradición ortodoxa como en la católica, el altar se identifica con la tumba de Cristo, y la tumba se convierte en el lugar donde la vida brota de la muerte. Si los muertos en la visión de Rilke duermen entre las raíces y dan fruto desde su desbordamiento, entonces su condición es paralela al misterio teológico de la Resurrección: no el retorno de lo mismo, sino la transfiguración de lo enterrado en gloria. La misma arcilla marcada por la médula en el soneto de Rilke se convierte, en el pensamiento cristiano, en el humus en el que se siembra el cuerpo resucitado: «lo que se siembra en debilidad, se levanta en poder» (1 Corintios 15:43).

Además, la frase «gönnen uns… dies Zwischending» —«concedernos esta cosa intermedia»— puede leerse como un análogo poético de la Eucaristía, el misterio central del cristianismo en el que Cristo resucitado se ofrece a sí mismo como fuerza silenciosa y presencia amorosa. El don eucarístico, como el fruto de Rilke, es un signo material de vida invisible: el cuerpo que una vez fue enterrado se convierte ahora en alimento, intimidad y transformación. El «Zwischending» apunta así hacia una ontología sacramental, en la que la muerte no se anula, sino que se reconfigura en don. Desde esta perspectiva, la visión de Rilke de un mundo sostenido por los muertos se convierte no solo en una meditación poética, sino en una preparación para la plenitud teológica: la tumba que eclipsa a cualquier basílica, no por el mármol o el oro, sino porque contiene el secreto de la renovación del mundo: la vida extraída de la muerte, la eternidad ofrecida a través del barro.

 

6. Del subsuelo a la gloria: una poética del don enterrado

El soneto de Rilke escenifica una tranquila convulsión: bajo la delicada superficie de las flores, las hojas de vid y los frutos se esconde toda una metafísica de la inversión. Los vivos, lejos de ser soberanos, son los destinatarios de un don misterioso y a menudo desconocido, un «Zwischending» ofrecido por los muertos, que no actúan como restos, sino como agentes, soberanos de lo subterráneo. El poema resiste la tentación de la abstracción trascendental y opta por una profundidad sacramental, en la que la arcilla, la médula y el silencio se convierten en medios expresivos del Ser.

Sin embargo, no se trata de una cosmología cerrada. El lenguaje del poema —su énfasis en los desbordamientos, en los señores dormidos, en un entre-cosas que une la fuerza muda y los besos— prepara el terreno para una lectura cristiana, en la que la muerte no es simplemente generativa, sino redentora. La resurrección no contradice la visión de Rilke, sino que cumple su lógica poética. En ambos, la tumba se reimagina, no como fin, sino como origen; no como ausencia, sino como cuna de una transformación radiante. Lo que Rilke nombra en el lenguaje de la fruta, la teología articula en el misterio de la Eucaristía y el cuerpo resucitado: que desde el interior de la tierra —desde el lugar del entierro, de la pérdida, de las últimas cosas— comienza una nueva vida.

Sin embargo, trágicamente, tanto la hermenéutica legalista-moralista como la rígidamente dogmático-escolástica de ciertas escuelas teológicas han contribuido al eclipse de esta integración mística de la tierra y el cielo, de la muerte y la resurrección. Cuando el misterio del Ser se reduce a un libro de cuentas morales o a un mecanismo jurídico, se fractura la intimidad sagrada entre el cuerpo y el espíritu, el tiempo y la eternidad. En su lugar surge la imagen de una deidad juzgadora, inmersa en oposiciones simplistas: crimen y castigo, obediencia y recompensa. Estas parejas aplanan la riqueza metafísica tanto de la Escritura como del sacramento. Por el contrario, el soneto de Rilke recuerda la intuición litúrgica primordial: que Dios puede estar más presente no en la retribución, sino en el don invisible de las raíces, y que la resurrección no es una compensación, sino una transformación, un desbordamiento de lo que antes yacía oculto, silencioso y veladamente ofrecido.

 


*  «Limitamos con la flor, el pámpano y el fruto, /que nos hablan un lenguaje distinto del de las estaciones». (Traducción al español de Carlos Barral.) 

** «envuelta en fulgor de envidia, tal vez /de los muertos que vigorizan la tierra».

*** «Tan sólo nos preguntamos: ¿de grado lo hacen? /¿O ese fruto, obra de lentos esclavos»…

**** «¿O ellos son los dueños, los que duermen junto a las raíces»…


Imagen: Evening Dream  (1901), de Alphonse Osbert.

4 comentarios en “De la raíz a la resurrección: lectura del soneto XIV de Rilke”

  1. Jose F Prats-Sariol

    Sería bueno comparar las traducciones de Jaime Ferreiro Alemparte, Juan José Domenchina y desde luego que la de Bermúdez… ¿Cuántas versiones acreditadas de este soneto?

  2. Jose F Prats-Sariol

    SONETO XIV DE LOS SONETOS A ORFEO
    TRADUCCIÓN DE CARLOS BARRAL

    Pasamos con flor, hoja de parra y fruto.
    No sólo hablan el lenguaje del año.
    De la oscuridad surge una claridad multicolor
    que acaso lleva el brillo de la envidia de los muertos,
    de aquellos que fecundan la tierra.
    ¿Qué sabemos de su parte en esto?
    Hace tiempo que acostumbran a vivificar
    el barro con su médula liberada.
    ¿Les agrada hacerlo?
    ¿O ese fruto, obra de lentos esclavos,
    se precipita hacia nosotros, hacia sus amos?
    ¿O son ellos los amos que duermen junto a las raíces
    y nos conceden, desde su abundancia,
    este híbrido de fuerza muda y de besos?

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