Nombre: Willie Quintana, alias Negrón. 1.90 de estatura, 115 kilos de peso, 34 años de edad, raza negra, natural de Marianao, La Habana. Concluidos los exámenes físicos se puede afirmar que todos sus órganos vitales estaban en óptimas condiciones al morir asfixiado.
Bocanera reelaboraba el resultado de la autopsia, sus tecnicismos. Negrón tenía una salud impecable al fallecer. Muerte por homicidio, dentro de un proceso que pudiera denominarse torturante.
El muerto parecía llegado de otro planeta, no se podían precisar sus relaciones familiares. Se supo que una hermana estaba ingresada en un hospital psiquiátrico. No estaba casado, no tuvo hijos. Aparecía como propietario de un apartamento en un edificio de microbrigada localizado en el número 14 de calle 62, entre 19 y 21, Buena Vista.
El afectado Cisneros García, por su parte, precisó que Negrón había mostrado su rostro durante todo el asalto. A lo largo de ocho meses inspeccionó la casa como presunto inspector de Salud Pública. Bocanera sabía que si cometes un delito de ese calibre a rostro descubierto es porque vas a matar a la persona que asaltas, o vas a desaparecer para siempre.
El informe determinaba muerte por estrangulamiento. Un hombre de esa estatura y corpulencia no era tan fácil de estrangular. Utilizaron, según el forense, una cuerda de un material muy resistente. El modus operandi era bastante impreciso, se descartaba el ahorcamiento tradicional; sin embargo, alrededor del cuello se ejerció una presión extrema, la piel de esa región estaba triturada, los hematomas llegaban a los hombros. No había acumulación sanguínea en las extremidades.
Otro asunto inusual era el corte de uno de los tendones y el descarnamiento de los talones. Al cortar el tendón se buscaba la inmovilización parcial de la víctima, pero, rebanar y arrancar la piel de los talones, siguiendo el dibujo previo de un rotulador, era algo irracional.
Bocanera recordó lo que en su momento W&Q refirieron sobre el caso del teniente Vigil. Quizás hablaron más de la cuenta, se sintieron cómodos con el hijo del Jefe y desembucharon. Revisaría las posibles implicaciones.
Se comprobó la diseminación en todo el cuerpo de un componente salino, no vinculado a la acidificación del cadáver. Era sal marina, concentrada en grandes cantidades en boca, fosas nasales, laringe, tráquea, pulmones.
Se hallaron también restos de fibras textiles en la espalda, brazos y piernas, provenientes presumiblemente de una alfombra o algo similar. Se trataba de encontrar, tarea casi imposible, aquel textil con las correspondientes huellas.
Algo insólito que disparaba todas las alarmas vino de los resultados de los análisis de sangre, se detectaron altas concentraciones de heroína, varios pinchazos en los brazos corroboraron el consumo y sobredosis de esa droga.
La pareja W&Q llegó a la oficina de calle 40 con información fresca sobre Willie Quintana. W era cetrino, magro, calvo, frente amplia, ojos pegados, grisáceos, nariz rabina. Mantenía una mala postura, hombros caídos, se jorobaba más de la cuenta. Si no fuera miembro del Ministerio, le habría gustado ser bibliotecario, amaba los libros, en ellos buscaba la mayor cantidad posible de información para su trabajo. Muchas veces se emocionaba con la lectura de los clásicos rusos. Su sentido de la autoparodia lo convertía en un tipo con una capacidad histriónica sorprendente.
Q era menos elaborado, alto, rubio, ojos verdes, piel blanca, musculoso, facciones regulares, un poco soso. Se creía un conquistador nato, levantaba con facilidad a cierto tipo de mujeres. Cargaba con un álbum de fotos de sus conquistas.
Viéndolos, tal cuales, nadie creería que eran capaces de los riesgos más altos. Actuaban como una máquina de soluciones, cualquier problema que cayera en sus manos podía ser resuelto. Bocanera confiaba en ellos, la liberalidad y franqueza con que se comportaban, sus gustos e inteligencias, los distanciaba totalmente del canon militar de la Institución.
Bocanera insistió. ¿Estaba lo suficientemente respaldado en aquella investigación? W&Q respondieron afirmativamente. No me basta, dijo Bocanera, necesito una confirmación más clara. No me interesa cubrirme las espadas, lo que quiero es llegar hasta las últimas consecuencias. W sacó de su portafolios una nota firmada por el jefe de Operaciones del Ministerio. Bocanera leyó, se quedó observando detenidamente a sus compañeros. Dobló el papel, lo fue a guardar. Q se adelantó, se disculpó, se refirió al cumplimiento del protocolo. Aquel documento debía retornar a su lugar de origen. W recordó La muralla china, de Kafka.
Distribuyó las tareas más urgentes: profundizar en la identidad de Willie Quintana. W&Q tendrían que hacer un inventario de hoteles y casas de alquiler del litoral Playa para tratar de encontrar el tejido sobre el cual hubiera podido descansar el cadáver.
Capítulo 8 de Mi último viaje en Lada (Editorial Casa Vacía, 2025).




