Una silla y un demonio para ‘Un Coup de dés’

Publicado originalmente en mayo de 1897 en la revista CosmopolisUn Coup de dés no aparecería en forma de libro hasta 1914, bajo el sello de la Nouvelle Revue Française. En el verano de 1897, Mallarmé encargó a Odilon Redon una serie de diez litografías para una edición de lujo de su poema, proyectada por el editor Ambroise Vollard para el año siguiente. Sin embargo, Mallarmé murió en septiembre de 1898, sin alcanzar a ver materializado el proyecto. Redon apenas logró completar cuatro dibujos, todos inconclusos. Vollard insistió hasta 1901 en publicar el libro, pero abandonó la idea tras recibir una carta en la que Redon confesaba su frustración: “¡No hay ni una sola palabra que no sea abstracta! ¡Si al menos se hubiese referido a una silla o a un demonio!”.

Los martes por la noche, en su apartamento de la rue de Rome, Mallarmé recibía a un pequeño séquito de poetas, músicos, pintores y paseantes del pensamiento: Valéry, Gide, Debussy, a veces Verlaine… Allí, entre tazas de té y ediciones raras, se discutía no tanto lo que la poesía decía, sino lo que impedía decir. Un Coup de dés, aún en formación, flotaba en ese aire saturado de teoría y humo. Esos encuentros, que parecían mundanos, eran en realidad sesiones espiritistas del símbolo: cada palabra convocada era un eco del silencio que Mallarmé defendía con pasión casi clínica. Redon apareció una o dos veces, como una visión discreta entre las sombras del salón. No encajaba del todo; su mundo era de apariciones, no de omisiones. Lo que él no pudo dibujar, tal vez ya estaba presente, suspendido entre las frases nunca dichas, como una quinta litografía hecha de ausencias.

Geneviève Mallarmé, la única hija del poeta, vetó la inclusión de las litografías incompletas de Redon en la edición príncipe. Lo hizo con esa convicción que solo tienen los herederos de lo ininteligible, como si supiera que el blanco formaba parte del poema. No defendía la obra, sino el aura: ese resplandor ambiguo que sobrevive incluso a los que nunca comprenden del todo qué custodian.

La colaboración truncada entre Mallarmé y Redon no es un accidente, sino una metáfora: la poesía de Mallarmé, hecha de silencios, márgenes y suspensiones, no podía convivir del todo con la línea dibujada, con la materia visual de Redon. Donde el poeta hacía de la página un campo de fuerzas tipográficas, el pintor buscaba formas en la niebla. El volumen imaginado por ambos nunca llegó a tomar forma editorial, y sin embargo existe —como los puentes de Leonardo o las ciudades invisibles de Calvino— en ese espacio perfecto donde la intención y el fracaso se congregan. Que Redon haya querido una silla o un demonio dice menos sobre el poema que sobre el hambre de la imagen por encontrar un cuerpo: Un Coup de dés, en su negativa a encarnar lo concreto, rehúsa también morir del todo.

3 comentarios en “Una silla y un demonio para ‘Un Coup de dés’”

  1. Pablo de Cuba nos hace penetrar en las brumas de Mallarme y los claroscuros de Odilon Redon. Estamos sentados en sillas rodeados de juguetones demonios.

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