Disonancia nocturna. Obertura. Overtour.
Shine on, you crazy diamond.
¿Manifestaciones paroxísticas de la sensibilidad, donde la conciencia sobre la cercanía del mundo de las sombras produce una corriente de temores fundados en la principalía de la Noche?
Todas estas figuras familiares. Todas estas. Sin menoscabo de sus formas anteriores. Sin que las formas de hoy sean favorecidas, porque las formas de ayer también cuentan.
Hay más personas aquí, dentro de mí, dentro de mi cabeza, escondiéndose entre las paredes de mi mente. Las oigo. Oigo sus voces. Ellas saben que puedo oírlas. Y entonces hablan. A veces hacen ruido. A veces sólo susurran. Pero nunca o casi nunca callan. Intentan imponerse unas a otras, gritan, pelean por la supremacía. Pelean por el logos y la calificación extremada de los signos.
No, no me veo rodeado de neones. No me veo leyendo poemas en un escenario, ni con una guitarra, ni frente a un montón de desconocidos afectuosos. Mis amigos saben.
Voz espectral y lastimera, de noche, en la noche, o en la entrada de la noche, pero con la luz del Sol peleando aún contra el índigo de las tinieblas. Encendida permanece la lámpara junto a mi cama de espectro que se aproxima, a grandes pasos, por la calle, sin llegar aún a su destino.
Aquí empieza el laberinto de maquinaciones y embustes de aquel en cuya sangre vive la impracticable idea de renunciar a lo que nunca tuvo. Aquí empieza la penuria, la mengua, la privación. Conjuras y tretas contra la noche viva, contra la soledad resistente, gallarda, longeva.
Fanfare for the Common Man, Aaron Copland, 1942. Fanfare for the Common Man, Emerson, Lake & Palmer, Works, vol. 1, 1977.
¿Por qué dice él que la materia y el mundo real no son otra cosa que una manifestación residual de la mente emotiva? Qué caballero más pamplinoso…
Hay un cubo negro que se mueve en el aire cálido de una calle desierta. El cubo gira a muy poca velocidad y a veces se balancea. Entre el suelo y él hay 50 cm. Está hecho de obsidiana, o de ónix, o quizás de plástico. Desde el lugar donde me encuentro, a unos 20 metros del cubo, me resulta imposible elaborar alguna idea útil sobre su constitución.
Muerte masiva de aves.
En el desierto no puedes recordar tu nombre.
Tengo el video donde por primera vez Belladonna tiene sexo anal, con 18 años. Pero también tengo un corte no usado de Angel Heart, en específico un fragmento donde Lisa Bonet empapa su cuerpo de agua, para huir del calor, y se le marcan los pezones bajo la blusa. La única diferencia, con respecto a lo que se ve en Angel Heart, es que allí la cámara se encuentra, igual que el cubo, a 50 cm del suelo (como si se tratara de la cámara de Ozu), mientras que en el corte no usado la misma cámara se eleva 2 metros, igual que la mirada de algún demonio sediento.
El poder de los muertos sobre los vivos. El poder de los muertos sobre lo que se considera vivo. La inexacta noción de lo vivo ligada a lo orgánico.
No sé si el cubo al que me refiero llegue a ser un sólido platónico.
En cada higo hay una semillita sagrada. Si la muerdes, la realidad cambia. Comer higos secos persas. Comerte el higo de una jovencita persa. Polución nocturna. Sueño. Comerte en el sueño el chocho parpadeante de la jovencita persa, y que después susurre, para ti, versos de Omar Khayyam.
Aunque no es como para tirar cohetes.
Hay una película coreana donde una mujer muy joven le pregunta a un desconocido, después de leer sus diarios, si ha continuado viendo hormigas. Y le dice que la gente solitaria tiene alucinaciones con hormigas. La mujer es cocinera y se ha atrevido a llevar al desconocido a su propia casa por dos razones muy sencillas y poderosas: lo encuentra misterioso y le gusta físicamente.
El espectador caería en un éxtasis aparente, trivial, y experimentaría una inquietud vaga (pero por momentos injuriosa) a causa de la mirada de los otros. Sería advertido por ellos, y prevenido gracias a las huellas de un ir y venir sin fin, con los ojos oscuros, lamidos por la opacidad, ciegos tal vez. Y esto lo pondría en una mala situación. Ya no sería un sujeto confiable. Debería permanecer allí, detrás de su mesa, con la luz apagada, en el suelo, renunciando a su cómoda silla.
¿Quién susurra? ¿Qué?
Fragmento del libro Unplugged (fanfarria por un hombre común), de próxima publicación por Editorial Casa Vacía.
Imagen: Alberto Garrandés.




