Querido lector que me escribe desde La Habana (ciudad donde viví una vez —o tal vez soñé que vivía— en una casa con goteras y una hamaca de nylon): le agradezco su reproche. Tiene usted razón. He descuidado el tema de Cuba en mis últimas entregas, acaso por una mezcla de pereza moral, salud mental y la reiteración tediosa de lo inmutable. Entiendo su desvelo porque no puede descargar libros piratas al mismo ritmo que antes del tarifazo de ETECSA. Hoy haré una pausa en mis elevadas tareas intelectuales (léase: mirar el techo y subrayar a Cioran) para darme un chapuzón en esa charca de contradicciones que la isla sigue siendo.
He aquí lo que arroja el rastreo breve de los medios de prensa que han sido declarados “enemigos del pueblo”:
Al parecer, los universitarios han descubierto que pagar precios europeos por una conexión digna de los Balcanes en 1996 no es justo. ¡Bravo! El joven cubano vuelve a soñar… aunque sea con megabytes. Algunos en X (ex Twitter) creen que esto será el inicio del cambio. Otros, más curtidos, saben que en Cuba las tarifas suben, los salarios bajan y los cambios solo se permiten si son de canal estatal. Tal vez más adelante pidan el fin de los monopolios estatales. Tal vez incluso consigan una mesa de diálogo en una zona Wi-Fi, mientras no les falle el saldo.
Santa Clara marcha a la vanguardia en economía informal: un ciudadano ofrece recompensa de mil dólares por una moto robada. Lo más revolucionario es ofrecer recompensa en USD, esa moneda pérfida y decadente, la única que todavía puede mover un músculo en el cuerpo paralizado de la justicia local. Lo llamativo no es el robo, sino que alguien tenga mil dólares. Eso sí es noticia. Eso y que no lo hayan obligado a invertirlos en MLC a punta de nostalgia revolucionaria.
“Yo soy el que más dinero tiene en esos barrios de maleantes”. Así declara con orgullo un emigrado en Miami, refiriéndose a su supremacía económica respecto a sus antiguos vecinos de Los Pocitos, quienes —presumo— no están en condiciones de discutirlo. Un exiliado del pan con bistec, siempre discreto, siempre elegante, se desmarca una vez más como faro ético y cultural. Un ejemplo perfecto del ascenso social por abandono geográfico: dejó el barrio, pero el barrionunca lo dejó.
Me he asomado también a un drama familiar internacional. Una cubana residente fuera ha bloqueado a su hermana que vive en la isla. Motivo: la hermana le exige no arroz ni chícharos, sino perfumes de diseñador. El embargo sentimental continúa su avance implacable, y la diplomacia WhatsApp no logra abrir canales. Tal vez en una cumbre familiar próxima, auspiciada por Zoom, logren acuerdos.
Un conocido reguetonero ha sido detenido de nuevo dos días después de salir de prisión. No se han dado detalles del motivo, pero no hace falta. En la neo praxis del reparto uno puede caer preso por cantar, por caminar, por existir… y, si te gusta el perreo, por todo lo anterior con ritmo. Hay quienes nacen con estrella y otros con deseos de regresar a donde se les quedó la cuchara.
Y así, querido lector, concluyo este repaso por la actualidad nacional con el mismo sabor de siempre: un cóctel de tragicomedia, desesperanza y memes. Me despido, no sin antes recordarles que esta columna se escribe desde la comodidad relativa del exilio, con café caliente, electricidad constante y entre pecho y espalda la culpa suave de quien observa la catástrofe desde lejos, pero no puede evitar narrarla.




