La reciente reedición por parte de la editorial Siruela del libro Vida y visiones de Hildegard von Bingen, con edición y traducción a cargo de Victoria Cirlot, se incorpora a la colección El Árbol del Paraíso, dedicada a textos de mística y espiritualidad leídos desde una perspectiva crítica y contemporánea.
Hildegard von Bingen (1098–1179), abadesa benedictina alemana, comenzó a experimentar visiones desde la infancia, describiéndolas como percepciones conscientes de una luz intensa, que denominó “sombra de la luz viviente” (umbra viventis lucis). Estas experiencias se producían en estado de vigilia lúcida y venían acompañadas de fenómenos físicos como debilidad y presión craneal. A partir de los 42 años, comenzó a dictar estos contenidos, posteriormente transcritos por miembros de su comunidad monástica. La presente edición reúne, junto a la Vita escrita por Theodrich von Echternach, una selección de miniaturas asociadas a las visiones, cartas significativas, piezas musicales litúrgicas y un epílogo que propone claves para su interpretación desde el presente.
Las visiones recogidas en los tratados Scivias, Liber vitae meritorum y Liber divinorum operum configuran un sistema simbólico de alta complejidad, en el que se entrelazan estructuras teológicas, cosmológicas y antropológicas. Cada representación visual es acompañada por una exégesis que la inscribe dentro de la doctrina cristiana, sin neutralizar su especificidad. La interpretación contemporánea de estas experiencias ha generado enfoques diversos: algunos, desde la neurología, han vinculado las formas percibidas a fenómenos como la migraña con aura; otros, desde la fenomenología y la historia cultural, privilegian su dimensión interna y su función discursiva dentro del contexto monástico del siglo XII. La inclusión de materiales visuales en esta edición permite examinar cómo estos contenidos eran concebidos simultáneamente como revelación, alegoría y ordenamiento del saber.
La edición preparada por Cirlot incluye epístolas en las que Hildegard reflexiona sobre sus experiencias con interlocutores eclesiásticos, así como cantos litúrgicos de su autoría, lo cual permite analizar su producción desde una perspectiva ascética integral. La ascesis, entendida no sólo como disciplina corporal sino como régimen de percepción y elaboración simbólica, estructura tanto su pensamiento cosmológico como su praxis estética. La combinación de visión, escritura, música y correspondencia manifiesta una concepción del cuerpo y del lenguaje como instrumentos de mediación entre lo visible y lo invisible. Esta lógica operativa permite situar su obra dentro de una antropología de lo visionario, en la que lo extraordinario no queda reducido a la anomalía, sino que se convierte en documento cultural.
En el epílogo se establece una comparación entre las configuraciones simbólicas de Hildegard y ciertas formas modernas de figuración visionaria, como las presentes en la obra de Max Ernst. Este contrapunto permite interrogar las condiciones históricas de lo visible y explorar los modos en que distintas épocas construyen legitimidad para las imágenes no empíricas. La recepción posterior de Hildegard encuentra ecos, aunque en registros laicos, en autores como William Blake, cuya producción también articula visión, texto e imagen dentro de un sistema autónomo. Desde una perspectiva antropológica, estos corpus pueden leerse como formas de inscripción de lo extraordinario en marcos discursivos específicos. En este contexto, la prosa de Hildegard —marcada por su origen monástico y por la influencia de la salmodia— despliega una sintaxis rítmica y simbólica que se aproxima a una Kunstprosa medieval, con un léxico que mezcla lo técnico y lo visionario. A pesar de las correcciones de sus secretarios, Hildegard defendía la estructura original de su lenguaje como prueba de su origen inspirado.