El título de la novela de Sigrid Nunez, Cuál es tu tormento (Anagrama, 2021), es parte de la definición que Simone Weil escribió sobre el amor al prójimo en la lengua de su madre: Quel est ton tourment? En francés, la aliteración de la pregunta de Weil silba con golpe y resonancia, y Nunez lo admite en la novela: suena muy diferente, dice.
Cuál es tu tormento, narrada en primera persona y no muy lejos del estilo de su penúltimo libro, El amigo, es la confesión humana del testigo de la muerte. Una amiga muy cercana a la narradora en los años de juventud reaparece con un cáncer terminal y una extraña petición. Requiere su compañía en los días finales hasta que decida tomar un medicamento para ganarle la carrera de velocidad al cáncer y morir con dignidad. «El cáncer no me pillará si yo llego primero. Y qué sentido tiene esperar —dice— cuando estoy lista para irme. Lo que ahora necesito es alguien que comprenda todo esto y que prometa apoyarme y no ir y hacer una tontería como tirar por el váter las pastillas cuando yo esté dormida».
Y ese alguien es la primera persona de la novela, una profesora universitaria de literatura y escritura, un personaje que dibuja de forma notable el resto del mundo a través de sus experiencias, decepciones, lecturas, fracasos y disquisiciones. A pesar de que la muerte es el leitmotiv, no emergen solemnidad ni patetismo; al contrario, muchas veces el humor subyace en las páginas.
Alrededor de la muerte acompañada —mejor definición que asistida, en este caso—, la autora engendra un contexto preciso. El libro comienza en la tercera semana de septiembre de 2017 en los Estados Unidos; aparece una expareja que ha perdido la fe en el porvenir y se convierte en su confesor y consejero; tensiones políticas, republicanos vs. demócratas, el llamado actual a la corrección hasta límites absurdos; la vida trivial, compras en el mercado, gimnasios, yoga, bares y parques… las rutinas.
Sigrid Nunez consigue una vez más tensar los límites de la novela, como ya hizo con El amigo. Coloca bajo sospecha conceptos narratológicos y modula la porosidad del género entre las discutidas categorías de autoficción y ficción. Incluye largos fragmentos de lecturas de obras de Ingeborg Bachmann o Dylan Thomas, cita a otros autores, relata hechos distantes del centro de la historia, pero pertenecientes al universo de la primera persona.
Ventajas todas de reentender la especie diversa de la novela, para ventura nuestra, los lectores: «Mi amiga empieza la conversación más importante de nuestras vidas preguntándome si sabía que los escritos privados de Einstein incluyen varios ejemplos en los que usa estereotipos racistas y también que era un marido violento. Le digo que sí y me dice: Así que al carajo con la teoría de la relatividad».