Cuestionario Jonathan Edax: Luis Panini

¿Qué libro arruinó para siempre tu capacidad de disfrutar literatura “ligera”?

Probablemente fue La náusea, de Jean-Paul Sartre. Lo leí por primera vez cuando tenía 13 años, aunque entonces no sabía nada sobre el autor o el texto, mucho menos qué era el existencialismo. Lo compré porque a esa edad el título me pareció seductor. Recuerdo que fracasé en mi primer intento de lectura. Lo abandoné en la tercera o cuarta página. Lo mismo sucedió durante el segundo intento unas semanas después, pero como entonces no tenía demasiados libros, no contaba con otra opción más que leer los que había comprado, así que le di una tercera oportunidad algunos meses más tarde y esa vez “algo” hizo clic. La novela prendió mis sinapsis con la furia de un incendio forestal. No pude despegarme de ella. Me desvelé leyéndola y no me detuve sino hasta llegar a su última página. Sólo entonces entendí que existía otro tipo de libros que parecían haber sido escritos para mí, tan distintos al material de lectura que formaba parte del programa escolar.

¿Qué autor/a te gustaría invitar a cenar, solo para llevarle la contraria durante tres horas?

Si de llevarle la contraria se trata, quizás elegiría a Sigmund Freud. Sus teorías sobre el subconsciente, el significado de los sueños y otros temas me resultan muy entretenidas, pero el rigor académico que ampara a muchas de ellas es en extremo cuestionable. No sorprende que haya devenido mina de oro entre muchos surrealistas.

¿Qué libro fingiste haber leído con más convicción?

Ninguno. No me da pena admitir no haber leído libros que, quizás, debí haber leído hace muchos años: Moby-Dick, Los hermanos Karamazov, Finnegans Wake  (de este último he leído muchas de sus páginas, pero aún no he reunido el valor necesario para leerlo de principio a fin), Guerra y paz, Al este del Edén, La Regenta, etc.

¿Qué personaje literario matarías tú mismo?

Al Franz Kafka de las Cartas a Felice. Uno no sólo tiene que ser su gran admirador, sino también adorarlo, para tolerar cientos de páginas de abuso psicológico, manipulación constante y técnicas pasivo-agresivas a las que sometió a Felice Bauer, su prometida. Nunca había sentido tanta repulsión por alguien a quien admiro sobremanera.

¿Qué libro «clásico» consideras un castigo de lectura y aun así lo defiendes en público?

The Making of Americans, de Gertrude Stein. Aunque a mí su recursividad me parece genial, entiendo por qué tanta gente lo aborrece. Me tomó tres meses leerlo porque no podía avanzar más de diez páginas por día (uno corre el riesgo de terminar con el cerebro hecho puré). Sin embargo, lo defiendo porque se trata de una de las principales piedras angulares del Modernismo.

¿Cuál es tu placer culpable literario, ese que escondes detrás de una falsa copia de Proust?

Algunos libros de David Sedaris, supongo. Me han hecho reír mucho, particularmente Me Talk Pretty One Day y Dress Your Family in Corduroy and Denim. No los considero “placeres culpables”, pero es, sin duda, un tipo de literatura más “ligera”, una que no exige demasiado de parte del lector, aunque la voz de Sedaris cuenta con incuestionable mérito literario.

¿Qué libro tratas como objeto sagrado, pero cuya primera página sigue más virgen que tu Kindle nuevo?

Bottom’s Dream [Zettel’s Traum], de Arno Schmidt. Su redacción es mucho más esotérica que la de Finnegans Wake, de Joyce. Schmidt creó su propia versión del alemán, casi impenetrable debido a su sintaxis y juegos fonéticos, particularidad que admite a muy pocos adeptos. Y la cosa no termina ahí, porque la novela pesa 6 kilos, es del tamaño de un atlas y cuenta con 1,496 páginas, nada ideal para llevártela a la cama o leerla en alguna sala de espera, sino encorvado frente una mesa o escritorio. El hecho de que John E. Woods haya logrado traducirla al inglés va más allá de la proeza literaria. Ese triunfo pertenece al terreno de los milagros.

¿Con qué autor intercambiarías vidas, aunque sea solo para tener una beca en la Sorbona?

Henry Miller es quien mejor encapsula esa visión bohemia y azarosa de la figura del escritor. Nadie se le compara. Se encuentra tan alejado de esa noción romántico-humanista del creador que “sufre” por su obra y que tanto detesto. Hizo de su vida un aquelarre sexual, lo que me parece una manera ideal para negociar el paso de las horas.

¿Cuál es la librería que más dinero te ha robado con tu consentimiento?

The Iliad Bookshop, una librería de viejo ubicada en Los Ángeles que he frecuentado desde hace casi dos décadas. La selección es extraordinaria. Y en ella viven dos gatos: Apolo y Zeus. Muchas veces duermen en mi regazo mientras leo sentado en el suelo. A veces Zeus trepa uno de mis hombros y camino con él encima mientras recorro los pasillos. Es un poco incómodo, pero me resulta imposible desairarlo, así que me aguanto.

¿Qué libros has empezado más de tres veces sin pasar de la página 40?

No me ha sucedido eso con ninguno, pero abandoné Casa desolada [Bleak House], de Charles Dickens, en algún párrafo entre la página 150 y 200 (mi edición supera las 1,000 páginas). Admiro a Dickens, pero no era el momento ideal para leer esa novela. Lo mismo me sucedió con Los reconocimientos [The Recognitions], de William Gaddis. La dejé, exactamente, en la página 500 (otra novela de 1,000 páginas), pero la culpa es mía, no de Gaddis, a quien también admiro: recomiendo ampliamente sus novelas Gótico carpintero [Carpenter’s Gothic] y Agape se paga [Agapē Agape].

¿Qué frase en latín usas para sonar profundo, aunque ni sepas bien qué significa?

Deus ex machina.

¿A qué personaje literario querrías como terapeuta, sabiendo que te arruinaría emocionalmente?

Greta Samsa. No entiendo por qué no es reconocida como una de las más grandes y crueles villanas en la historia de la literatura. Estoy seguro de que ella me pasaría factura sin la menor compasión.

¿Cuál es la edición más absurda que compraste solo por estética?

Una edición de coleccionista de Mr. Bridge/Mrs. Bridge, de Evan S. Connell. La edición es, realmente, absurda. Los libros cuentan con un diseño que  les permite “copular” y que no es nada cómodo para leer.

¿Qué género literario finges despreciar porque tus amigos intelectuales lo hacen?

No es que desprecie el género, pero nunca he logrado “conectar” con la ciencia ficción. Probablemente no he leído los libros que debí leer. El cine de esta temática me procura un gozo tremendo, desconozco por qué no he logrado desarrollar el mismo interés por su contraparte literaria.

¿Qué autor contemporáneo por el que finges desinterés pero que desearías secretamente haber escrito sus libros?

No finjo desinterés por su obra, sino todo lo contrario: jamás me cansaré de recomendarla. Me refiero a la autora española Menchu Gutiérrez. Tiene varios libros que me habría encantado escribir. Es papa muy fina.

¿Cuántos libros tienes pendientes de leer y cuántos sigues comprando igual al mes?

Seré breve por tratarse del tema más delicado: miles y, últimamente, pocos (ya no me queda espacio).

¿Qué escena literaria te hizo cerrar el libro y mirar al techo como si hubieras vivido algo?

Los monólogos delirantes que la emperatriz Carlota de Habsburgo pronuncia desde el Castillo de Bouchout y que Fernando del Paso intercala entre los capítulos de su novela Noticias del Imperio.

¿Qué libro regalarías solo para poner a prueba si alguien es digno de ti?

Si alguien aprecia La metamorfosis, de Franz Kafka, entonces automáticamente lo/la considero mi amigo(a).

¿Cuál es el crimen literario más atroz? ¿Doblar las páginas, subrayar los libros, o no leer?

Soy de los que creen que la lectura es el último bastión que nos queda para conservar la cordura en un mundo cada vez más desagradable, así que todo es válido, incluso no me escandalizo cuando alguien me dice que “cortó” en dos partes un mamotreto de mil páginas para leerlo más cómodamente en el transporte público. No leer también me parece bien. Alejémonos de aquella célebre suposición de que la lectura nos hace mejores personas o, por lo menos, culteranos. Alguna vez el cineasta estadounidense John Waters dijo “si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te acuestes con él”. Esto es un grave error: acuéstate con quien quieras, incluso si lee ¡Hola!

¿Lees la solapa del autor antes de empezar un libro, o prefieres arruinarte la experiencia después?

Incontables e indecibles atrocidades han sido cometidas en las solapas de tantos libros que ahora prefiero evitarlas.

¿Qué biblioteca ficticia mereces según tu nivel de neurosis literaria?

La que frecuentan Antoine Roquentin y el Autodidacta en La náusea. Me agrada su atmósfera. La he tenido presente durante décadas. Quizás no es tan genial como la recuerdo y sólo la prefiero por tratarse de una especie de “primer amor”.

¿Has robado un libro alguna vez? ¿Cuál(es)?

Nunca.

¿Cuál es tu mayor logro como lector: sobrevivir a Ulises o terminar El Quijote?

Sobreviví El Quijote una vez y terminé Ulises tres veces, pero esos no son mis mayores logros literarios. Desde hace seis años me he dedicado a leer en orden cronológico las obras completas de varios autores: Thomas Bernhard, Ann Quin, Anne Sexton, Marie Redonnet (lo que está traducido al español e inglés), Sylvia Legris, W. G. Sebald, Hubert Selby Jr., Don DeLillo, Nathalie Sarraute, Helen Simpson, Paul Metcalf, Camilo José Cela (sólo sus novelas y novelas cortas), Donald Antrim, Claire Keegan, José Saramago (sólo su ficción) y Seamus Heaney. No fue nada fácil tener metido en la cabeza durante 6 meses a Thomas Bernhard. Siento que me quitó años de vida, pero fue un placer. Actualmente mi atención la tienen Fiódor Dostoyevski, Jane Austen y Guy Davenport, pero avanzo muy lentamente debido a la investigación que otros proyectos han requerido.

¿Qué libro te habría gustado escribir solo para poder firmarlo y presumirlo?

Cosmópolis, de Don DeLillo: novela perfecta.

¿A qué edad te diste cuenta de que leer no te hacía mejor persona, solo más insoportable?

Supongo que a los 11, cuando compré mi primera traducción de la Divina Comedia, aunque entonces no lo hice por curiosidad intelectual. Vi el ejemplar en la sucursal de una cadena de supermercados que ya no existe llamada Gigante. Cuando descubrí que una parte del libro estaba dedicada al Infierno decidí pedirles a mis papás que me lo compraran. En aquellos años, por razones que no mencionaré, creía que estaba destinado a terminar en ese lugar, así que necesitaba saber todo sobre aquel sitio que tanto temía y que se convertiría en mi morada final. Ahora, varias décadas después, el Infierno es el único sitio al que aspiro llegar.

¿Qué personaje secundario merecía más protagonismo que el principal?

Uno que ya mencioné. Dudo que merezca más protagonismo que el principal, pero estaría feliz si Kafka le hubiera concedido un papel más jugoso: Greta Samsa.

¿Cuántos marcapáginas posees, y cuántos usas realmente (más allá del ticket de lotería que, por supuesto, no ganaste)?

Siempre tengo media docena a la mano, en el buró de noche, pero los pierdo constantemente, aún no sé dónde terminan. Los marcapáginas son como los calcetines.

¿Qué autor te parece brillante, pero preferirías no tener cerca en una cena?

Thomas Bernhard, genio literario con un nivel de egolatría insoportable. Mezquino y envidioso como pocos, incapaz de tolerar el éxito ajeno.

¿Qué frase usas para justificar que no terminas los libros que empiezas?

No era su momento.

Si tu vida fuera un libro, ¿en qué estante de la librería la encontraríamos: “drama innecesario”, “ficción pretenciosa”, o “ensayo sobre la decepción”?

En donde encuentren acomodo los libros censurados.

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