Cuestionario Jonathan Edax: Carlos A. Aguilera

¿Cuál fue el libro que destruyó tu inocencia literaria y te dejó emocionalmente disponible solo para personajes ficticios?

Ninguno. De hecho, cada vez me interesan más los personajes no ficticios. Y me interesan desde la época que escribí aquel poema llamado «Mao», en los noventa. Pero el primer personaje de ficción que me fascinó fue Raskólnikov. Por  su moralidad, por sus filosofemas, por sus golpecitos en el pecho, por su caricatura. Yo tenía 13 o 14 años y Crimen y castigo fue la primera novela (me la prestó un vecino que la había leído hacía algunos años y aún la tenía casi nueva en aquella edición cubana de dos tomos) que hizo que algo me hiciera click en la cabeza.

¿Qué autor/a te gustaría besar o abrazar y luego golpear con una edición de 800 páginas por arruinarte emocionalmente?

Gorki. Leí La madre en décimo u once grado por mandato de la escuela. Algo en el libro me enganchó y lo devoré de un tirón, aunque me entristeció notablemente. Gorki era un Benedetti ruso, aunque eso en aquel momento yo no lo sabía. Si pudiera retroceder en el tiempo mataría a los dos, a Gorki y al uruguayo. Nada peor que el chantaje emocional o ideológico en la literatura.

¿Cuál es el libro que dices que «te marcó», pero en realidad solo lo leíste por presión estética?

No sé con exactitud qué es «presión estética», pero creo que no se puede escribir narrativa hoy sin haber leído Ser norteamericanos, de la tata Stein. Un libro imprescindible (por su estilo, por su ironía, por sus repeticiones, por su lectura del dispositivo «América») pero muy difícil de llevarlo hasta el final (aunque esa lucha es la que cuenta). Un phármakon.

¿Qué personaje literario querrías como pareja, aunque sabes que terminarías llorando en una librería con jazz de fondo?

Bartleby, porque casi no hablaría. Me enloquecen la gente que no paran de hablar.

¿Qué libro consideras «un clásico necesario» pero solo porque te da ansiedad admitir que te aburrió como misa en latín?

Los cuatro libros del virtuoso caballero Amadís de Gaula.

¿Cuál es tu lectura secreta de vergüenza?

Bueno, si fuera tan secreta no la confesaría. Pero me da vergüenza ajena haber leído algunos de los libros del abominable Norberto Fuentes. Debería alguien cepillárselo antes de que vuelva a perpetrar otras 500 páginas de egotismo falsete y ratonil.

¿Qué autor moderno te resulta tan brillante que lo detestas como se detesta a un/a ex?

No tanto como detestarlo, pero sería bueno ser escrituralmente tan perspicaz como David Markson.

¿En qué momento de tu vida descubriste que subrayar frases no significa que las entiendas?

Desde el primero momento. Las subrayo porque sobre todo no las entiendo.

¿Cuál es la palabra más pretenciosa que has usado para hablar de un libro y así sonar más intelectual?

Barrococó (Barroco + Rococó). En los años 90 escribí, leí en un evento y publiqué un ensayo sobre Sarduy donde afirmaba que Severo, sobre todo en su ciclo de novelas posterior a De donde son los cantantes, era Barrococó. Hace poco volví a leer el “palabro” en un crítico muy conocido aplicándosela (¡oh, coincidencias!) al autor de Cobra. De malos robos está lleno el camino del infierno.

¿Qué edición de un libro compraste solo porque tenía cantos dorados y parecía un objeto de brujería victoriana?

Ninguno, pero me gustaban las ediciones chiquiticas de la editorial mexicana Aguilar, con papel biblia y ribetes oro. Ahora ya he perdido dioptrías para entregarme a su lectura.

¿Qué personaje literario usarías para que le diga verdades a tu ego?

Bustrófedon, de Cabrera Infante.

¿Qué libro te obligaron a leer en la escuela y ahora finges que amas por trauma y costumbre?

Cecilia Valdés.

¿Qué librería física es tu ruina financiera y tu capilla emocional?

Todocolección, una plataforma online de libros en español. Y cuando estoy en Barcelona: La central, Finestres, Nollegium, Laie, y todas las de libros usados.

¿Cuál fue la última frase literaria que te hizo decir: «maldito genio»?

“Acaba aquí Polífilo su lucha de amor en sueños, lamentando que aquel no fuera más largo y que el sol envidioso produjera el nuevo día”.

¿Has tenido una relación que terminó por diferencias librescas irreconciliables?

¿De amistad? Unas cuantas.

¿Cuál es tu lugar favorito para leer como si fueras un personaje de Murakami? ¿Café hípster, ventana lluviosa, cama existencialista? ¿Algún otro?

Butacón, gato, ventana e invierno.

¿Cuál es el libro que usas para impresionar a gente culta y que jamás has terminado?

Ninguno. Odio cualquier tipo de “epatancia”.

¿A qué personaje literario le confiarías tu diario?

A Bouvard y Pécuchet, así podrían convertir cada apunte y cada duda mía en un blablablá infinito.

¿Qué autor muerto invitarías a tu funeral solo para que lea algo devastador y elegante sobre tu mediocridad redimida por el amor a los libros?

A Reinaldo Arenas.

¿Cuál fue la peor traición literaria que sufriste? ¿Un mal final, una adaptación atroz, o que tu autor favorito profesara una ideología incompatible con tus principios?

La de Andrzej Kuśniewicz. Sus dos novelas traducidas al español (La lección de lengua muerta y El rey de las dos Sicilias) me parecieron una maravilla. Más tarde me enteré que había pertenecido a la Służba Bezpieczeństwa (la KGB polaca) y que había sido un hijo de puta en toda regla. Una decepción.

¿Cuál es el insulto más refinado que has pensado hacia alguien que dice “no me gusta leer”?

Covfefe.

Tienes una pila de libros por leer tan alta que si se cae podría matarte. Aun así, ¿cuál(es) compraste ayer?

La vida de las imágenes. Estudios iconográficos sobre el arte occidental, de Fritz Saxl, y Memorias de mi vida muerta, de George Moore.

¿Qué libro «profundo» te pareció un fraude elegante lleno de humo, citas sueltas y pseudomística de librería hípster?

Paisajes del comunismo, de Owen Hatherley. Un libro sobre la arquitectura del poder en los antiguos países excomunistas.

¿Cuál es la última vez que leíste algo tan hermoso que reveló algo de ti mismo y quisiste arrancarte los ojos como Edipo?

Especímenes de folclore bosquimano, uno de los libros que descubrí gracias a ese coso inmenso que es el Masa y poder de Elías Canetti.

¿Cuál es tu edición de “libro fetiche”, esa que no prestas, aunque la otra persona te prometa su alma?

Fidel y la religión. Lo tengo pegado a una tabla y lo uso (lo usaba, ya el libro se descuartizó) para tirarle dardos cada vez que me estresaba por algo. Diez pinchazos en cada ojo de Castro alivian a cualquiera.

¿Qué autor invocarías en una sesión espiritista para preguntarle por qué te dejó con ese final?

A Kafka. Me gustaría que bajase y terminara de escribir esa joyita tragicómica que es Amerika, también conocida como El desaparecido.

¿Cuál es tu ritual de lectura secreto que te hace sentir que el mundo tiene sentido, aunque sea por diez páginas?

Eso es variable. Pero puede ser Bernhard, el de las novelas cortas, o Deleuze, en Mil mesetas o en alguna de sus conversaciones, o Mandelshtam, con Gozo y misterio de la poesía…, aunque hay otros.

¿Qué frase literaria usas para justificar tu adicción a leer en lugar de resolver tus problemas reales?

“Mientras hay muerte hay esperanza” (El gatopardo).

¿Qué libro quema lentamente tu conciencia porque nunca lo terminaste y aun así opinas de él como si fueras crítico del Paris Review?

Museo de la novela de la Eterna.

Si fueras un libro olvidado en una estantería polvorienta, ¿qué frase pondrías en tu contratapa para que alguien, por fin, te elija?

“¡Anda, putilla del rubor helado, / Anda, vámonos al diablo!”

1 comentario en “Cuestionario Jonathan Edax: Carlos A. Aguilera”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio