Cuestionario Jonathan Edax: José Prats Sariol

¿Cuál fue el libro que destruyó tu inocencia literaria y te dejó emocionalmente disponible solo para personajes ficticios?

Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, en 1952.

¿Qué autor/a te gustaría besar o abrazar y luego golpear con una edición de 800 páginas por arruinarte emocionalmente?

La pregunta tiene implícita una paradoja muy simpática, pero falsa. ¿Entre Gustave Flaubert y Thomas Mann?

¿Cuál es el libro que dices que «te marcó», pero en realidad solo lo leíste por presión estética?

Semiótica, de la búlgara Julia Kristeva y otros volúmenes de aquella adicción afrancesada al estructuralismo.

¿Qué personaje literario querrías como pareja, aunque sabes que terminarías llorando en una librería con jazz de fondo?

Tal vez la Maga, Aura, Remedios la Bella… Aunque decididamente es Rosario, la de Los pasos perdidos. Me persiguen las Rosario, como María del Rosario, mi pareja literaria central.

¿Qué libro consideras «un clásico necesario» pero solo porque te da ansiedad admitir que te aburrió como misa en latín?

Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós.

¿Cuál es tu lectura secreta de vergüenza?

El Manual de Retórica literaria de Heinrich Lausberg.

¿Qué autor moderno te resulta tan brillante que lo detestas como se detesta a un/a ex?

Emil Cioran, pero no lo devolvería a Transilvania.

¿En qué momento de tu vida descubriste que subrayar frases no significa que las entiendas?

 Cuando entré a la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana, a los 18 años.

¿Cuál es la palabra más pretenciosa que has usado para hablar de un libro y así sonar más intelectual?

«Indudablemente».

¿Qué edición de un libro compraste solo porque tenía cantos dorados y parecía un objeto de brujería victoriana?

The Waves (Las olas) de Virginia Woolf.

¿Qué personaje literario usarías para que le diga verdades a tu ego?

Un tal Sigmund Freud, de Psicoanálisis, conocida novela vienesa recomendada por Harold Bloom.

¿Qué libro te obligaron a leer en la escuela y ahora finges que amas por trauma y costumbre?

Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde.

¿Qué librería física es tu ruina financiera y tu capilla emocional?

Amazon, desde luego. Aunque La Moderna Poesía en la calle Obispo siempre será mi capilla. Nunca cerrará aquí dentro.

¿Cuál fue la última frase literaria que te hizo decir: «maldito genio»?

«No es nada, no somos de aquí, nos vamos mañana». No es la última, pero me la repito a menudo. Marguerite Yourcenar se la atribuye a su padre, Michel-René Cleenewerck de Crayencour.

¿Has tenido una relación que terminó por diferencias librescas irreconciliables?

Una despampanante lectora de Corín Tellado, hace sesenta años.

¿Cuál es tu lugar favorito para leer como si fueras un personaje de Murakami? ¿Café hípster, ventana lluviosa, cama existencialista? ¿Algún otro?

Un banco de un parque de Boston o Tokio, tras perder en un maratón con Murakami. Pero quizás prefiera leer boca abajo en mi cama.

¿Cuál es el libro que usas para impresionar a gente culta y que jamás has terminado?

La Crítica de la razón pura de Immanuel Kant, entre otros.

¿A qué personaje literario le confiarías tu diario?

Al Dr. Bernard Rieux de La peste, de Albert Camus.

¿Qué autor muerto invitarías a tu funeral solo para que lea algo devastador y elegante sobre tu mediocridad redimida por el amor a los libros?

A Virgilio Piñera.

¿Cuál fue la peor traición literaria que sufriste? ¿Un mal final, una adaptación atroz, o que tu autor favorito profesara una ideología incompatible con tus principios?

Mi amistad con Cintio Vitier y Fina García Marrúz.

¿Cuál es el insulto más refinado que has pensado hacia alguien que dice “no me gusta leer”?

 Debe ser muy entretenido.

Tienes una pila de libros por leer tan alta que si se cae podría matarte. Aun así, ¿cuál(es) compraste ayer?

Un bárbaro en París. Textos sobre la cultura francesa, de Mario Vargas Llosa (Lo leí de la biblioteca de Aventura y ahora lo encargué), Desde la última vuelta del camino (Memorias de Pío Baroja).

¿Qué libro «profundo» te pareció un fraude elegante lleno de humo, citas sueltas y pseudomística de librería hípster?   

De la gramatología, de Jacques Derrida.

¿Cuál es la última vez que leíste algo tan hermoso que reveló algo de ti mismo y quisiste arrancarte los ojos como Edipo?

No exagerar, nada de arrancarme los ojos. Apenas unos octosílabos de Bodas de sangre, que dicen: «Porque yo quise olvidar / y puse un muro de piedra / entre tu casa y la mía./ Es verdad. ¿No lo recuerdas?/ Y cuando te vi de lejos / me eché en los ojos arena. / Pero montaba a caballo / y el caballo iba a tu puerta».

¿Cuál es tu edición de “libro fetiche”, esa que no prestas, aunque la otra persona te prometa su alma?

La cantidad hechizada, de José Lezama Lima.

¿Qué autor invocarías en una sesión espiritista para preguntarle por qué te dejó con ese final?

Juan Rulfo.

¿Cuál es tu ritual de lectura secreto que te hace sentir que el mundo tiene sentido, aunque sea por diez páginas?

Comienza por la madrugada, consiste en no mirar el reloj.

¿Qué frase literaria usas para justificar tu adicción a leer en lugar de resolver tus problemas reales?

Como el más real de mis problemas es leer, sería «Leer por gusto». Gusto del paladar, del placer, del vestir… También de lo inútil: Fue por gusto.

¿Qué libro quema lentamente tu conciencia porque nunca lo terminaste y aun así opinas de él como si fueras crítico del Paris Review?

Perdón por la petulancia, suelo admitir que se me han caído de las manos o confesar irónicamente mi pobreza mental. No pude con Juan Cristobal, tampoco con Los endemoniados, entre decenas del canon occidental. Tampoco con muchos poetas. Por ejemplo, de la generación española de los 50 del siglo pasado sólo releo con placer a Jaime Gil de Biedma. De esa generación cubana, a Heberto Padilla.

Si fueras un libro olvidado en una estantería polvorienta, ¿qué frase pondrías en tu contratapa para que alguien, por fin, te elija?

Ni se le vaya a ocurrir.

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