Lenguaje y poesía tradicional china

Dominar al tigre de fuego y cabalgar sobre él: retornar a la montaña como el sabio que realiza en sí la unidad del Tao. Estar como Chuang-Tze, indefinido entre hombre y mariposa, cuando con el pincel en la mano duda ante el mejor vocablo. Ser la mariposa que al volar también sueña escribir.  Tal vez, en el uso de la escritura figurativa, ser el sueño mutuo de hombre y mariposa.

A todo esto apunta la poesía tradicional china, donde, como dragón alado, se reúnen los dos afluentes principales de su civilización tradicional: la magia de los alientos, la búsqueda del Vacío creador provenientes del Taoísmo; y las palabras de la eficacia práctica, la virtud de la etiqueta y el comportamiento social descendientes del confucianismo. Porque, si el arte de gobernar a los hombres pasa esencialmente por el uso de la palabra, no hay que olvidar que como dijo Confucio: “si no estudias poesía serás incapaz de hablar”.

Lengua de tendencia monosilábica, de fonética pobre y reducida morfología, el idioma chino tradicional no es lenguaje apto para la expresión abstracta de las ideas, sino, lenguaje rudo y fino a un tiempo destinado a dirigir la conducta del hombre. Y, como tal, lenguaje tendiente a obrar sobre la realidad: lenguaje de guerreros y letrados; es decir: lenguaje de un Poder que siempre viene del pasado como plantea cualquier cultura tradicional –y tal vez la china sea una de las más poderosas– todo el entramado social se ata a un pasado pleno de eficacia y poder.

Así, el idioma chino, en su pragmatismo, es siempre poderoso en la comunicación de un choque volitivo, sentimental; y es de este choque que viene su probada eficiencia en la poesía. De esta forma, el vocablo, gesto rítmico, danzante y estilizado, generador del constante flujo de las imágenes, es la única vía donde se suscita lo real: en la naturaleza y en la política. Son las palabras cotidianas en su sencillez y en forma de “auxiliares descriptivos” quienes congregan sobre un hecho, acción o persona, un conjunto de características que van, con fluidez, desde el mundo natural hasta el social, y viceversa. Viviendo en el mundo de la palabra, y entre la lucha de facciones políticas contendientes, lo escribía el poeta y estadista Su Tung Po en la era Song (siglo XI d.n.e): escribir poesía es materializar el chi (fuerza, vigor y energía).

Será desde este lenguaje que, más que querer copiar lo real, intenta suscitarlo, donde el verbo, por su fuerza imperiosa e imperativa y como elemento gramatical activo, destaca como partícula principal. Es este verbo, dentro del verso, quien será llamado a la ejecución del rito colectivo social,  y el orden cósmico que al mismo tiempo emana de él.

Y será este verso, al que no le interesan las metáforas originales ni las novedades poetizables; por demás, verso hecho para leer tanto como para mirar, quien se adornará con toda la sabiduría y el prestigio de los proverbios enterrados en el cuerpo de un idioma hecho comunidad. Es también en este verso donde, una y otra vez, y al compás del curso de las estaciones, se relatan las mismas anécdotas, el mismo paisaje natural reflejado y repetido en las formas cíclicas de la poesía adaptadas al curso de las estaciones; formas cíclicas donde cada poeta cree aportar la suma personal de originalidad, pero solo si logra encontrar las fórmulas ya descubiertas y repetidas por los poetas del pasado.

Es por esta repetición que la palabra será, entonces, rito y juego, emblema, oración y orden ante el hecho natural y social. A diferencia del Occidente, no hay belleza objetiva en algún lugar allende la propia creación o Naturaleza. La posibilidad de poner en juego esta belleza, de traerla a la vida, será sólo a través de nuestro re-encuentro con ella por medio del lenguaje poético. Es quizás un poeta de la dinastía Tang quien lo ha dicho en forma insuperable: ¿acaso puede un ciervo tocar con sus cuernos la maleza y no dejar rastro?

La belleza, toda belleza, será entonces un advenimiento, una epifanía, un despertar de lo transitorio y a la misma vez eterno, dentro del ser de las cosas mediante el lenguaje del poeta: re-encuentro siempre único, siempre singular: la transformación del devenir en un éxtasis.

 


Imagen de portada: Imperial Order Presented to Yue Fei (1137);
tinta sobre papel, rollo; National Palace Museum (Taiwan).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio