Berliozianas: Turandot

He aquí el testimonio sonoro de cómo Puccini, harto del sentimentalismo de la humanidad, decidió cerrar su carrera con una ópera donde el romance se manifiesta en forma de amenazas, traumas mal gestionados y una soprano que básicamente es un iceberg con vibrato.

La trama gira en torno a Turandot, princesa homicida de una China imaginada por europeos con exceso de incienso, que decapita pretendientes como si fueran corderitos bíblicos. Calaf, un príncipe sin pasado ni respeto por los límites, la ve y piensa: “Eso es lo que mi complejo de superioridad necesita”. Resuelve tres acertijos (como sacados de fortune cookies) y exige amor. Más que por merecerlo, porque puede sostener una nota durante ocho segundos.

Y entre tanto delirio y ego tenoril, aparece Liù, una esclava enamorada y el único personaje con emociones reconocibles y sentido del sacrificio. Su aria, Non piangere Liù, es la pausa humana en medio del delirio imperial. Y por supuesto, ella muere. Porque en la ópera, la dignidad emocional siempre paga caro.

Puccini se obsesionó con el personaje de Liù. Algunos dicen que la basó en la criada adolescente que se suicidó tras el escándalo con su esposa. Y sí, eso era inspiración en 1920. Una tragedia personal convertida en lirismo operístico y trauma rentable.

Turandot  es un desfile de grandilocuencia: coros monumentales, melodías pegajosas, y Nessun dorma, el aria que ha sido secuestrada por tenores de bodas en la última centuria. Es espectacular, sí, como ver fuegos artificiales en cámara lenta mientras te gritan en italiano.

Puccini murió antes de terminarla, porque no supo cómo justificar emocionalmente el final. Franco Alfano intentó concluir el embrollo con una coda de happy end, como si un beso bastara para desinfectar una neurosis imperial. Toscanini, en el estreno, paró la orquesta justo antes del final postizo. “Aquí terminó el maestro”, anunció. Por supuesto, un eufemismo. “Lo que sigue es fanfiction con pretensiones”, quiso realmente decir.

De tan hermosa, Turandot resulta en exceso incoherente y cínica; como el amor, solo que con más cabezas cortadas.

 

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