Cuestionario Jonathan Edax: Carlos Ávila Villamar

¿Cuál fue el libro que destruyó tu inocencia literaria y te dejó emocionalmente disponible solo para personajes ficticios?

Supongo que fue aquella antología en papel periódico de la Biblioteca del Pueblo, que compilaba relatos de autores hispanoamericanos. La calidad de la impresión era tan mala que me avergüenza llamarla un “libro”. Pero allí descubrí a Borges y a Cortázar. Yo tenía dieciséis años.

¿Qué autor/a te gustaría besar o abrazar y luego golpear con una edición de 800 páginas por arruinarte emocionalmente?

La última vez que me sucedió fue cuando leí Stella Maris, la última novela que escribió Cormac McCarthy. Es quizás su mejor novela. Casi nadie que conozco la ha leído, naturalmente. La gente se lee La carretera porque es la novela que las librerías (y Penguin Random House) están interesadas en promocionar: corta, sencilla, y un poco sentimental. Siempre lo digo: el peligro de escribir una mala novela es que muy probablemente esa es la que más le va a gustar a la gente. Pero bueno, La carretera no es una mala novela. Solo no está a la altura de otras grandes obras de McCarthy. Que lo peor que publiquemos sea pese a todo bueno, ese debería ser el objetivo.

¿Cuál es el libro que dices que «te marcó», pero en realidad solo lo leíste por presión estética?

Bueno, no sé si exista la “presión estética”. Existe la presión social, la presión académica. Por presión social me leí Los detectives salvajes (cuando estaba de moda en la Facultad de Artes y Letras). Me pareció malísima, aunque en aquel momento no lo dije. Sí me gustó, en cambio, 2666 (sobre todo la última parte). Por presión académica me he tenido que leer textos teóricos que me parecen espeluznantes… obligar a los estudiantes a leer a Derrida puede provocarles la sensación de que toda escritura es inútil (que es imposible transmitir algo de valor) o peor, la creencia deformada de que así hay que escribir, de una manera que nadie entienda.

¿Qué personaje literario querrías como pareja, aunque sabes que terminarías llorando en una librería con jazz de fondo?

Safo.

¿Qué libro consideras «un clásico necesario» pero solo porque te da ansiedad admitir que te aburrió como misa en latín?

Creo que La Ilíada. Sé que es un libro maravilloso, pero solo me emocionan un puñado de pasajes. Cuando lo leo me emociona otra cosa, digamos, que no es lo que se cuenta en sí: la idea de que fue cantado en las noches junto al fuego, en campamentos o en plazas, por rostros que el tiempo ha olvidado. En cambio, La Odisea es divertidísima.

¿Cuál es tu lectura secreta de vergüenza?

Si la digo acá ya no sería secreta.

¿Qué autor moderno te resulta tan brillante que lo detestas como se detesta un/a ex?

Creo que ningún autor vivo me produce esa sensación, por suerte. O quizás ningún autor moderno es tan brillante como han sido de molestas para mí algunas exes. No he bloqueado a ningún escritor contemporáneo en Instagram, digámoslo así.

¿En qué momento de tu vida descubriste que subrayar frases no significa que las entiendas?

Creo que el descubrimiento que importa es que subrayar frases no significa que vayas a recordarlas, o que vayas a volver a leerlas.

¿Cuál es la palabra más pretenciosa que has usado para hablar de un libro y así sonar más intelectual?

Cualquier término francés de uso obligatorio en la academia.

¿Qué edición de un libro compraste solo porque tenía cantos dorados y parecía un objeto de brujería victoriana?

Confesiones de un fumador de opio, de De Quincey. Una edición de tapa dura. Pero tampoco es la gran cosa (la edición, me refiero). Creo que fue el primer libro que me compré en México.

¿Qué personaje literario usarías para que le diga verdades a tu ego?

Zooey Glass.

¿Qué libro te obligaron a leer en la escuela y ahora finges que amas por trauma y costumbre?

Versos sencillos, de Martí.

¿Qué librería física es tu ruina financiera y tu capilla emocional?

Trato de alternar, no tengo una en especial. En Ciudad de México siempre recomiendo a la gente El Desastre. Mi nueva obsesión es La Americana, que recién abrió. Apenas he comprado un libro en ella, una antología de Gris Tormenta, pero calculo que la visitaré al menos un par de veces al mes a partir de ahora.

¿Cuál fue la última frase literaria que te hizo decir: “maldito genio”?

En Pequeñas memorias Fina escribió que la realidad soporta la mentira sin resquebrajarse, pero las palabras no. La frase me persigue desde hace meses.

¿Has tenido una relación que terminó por diferencias librescas irreconciliables?

No, pero sí he tenido muchas que no comenzaron por eso.

¿Cuál es tu lugar favorito para leer como si fueras un personaje de Murakami? ¿Café hípster, ventana lluviosa, cama existencialista? ¿Algún otro?

Mi casa. Mi casa es mi lugar hipster favorito.

¿Cuál es el libro que usas para impresionar a gente culta y que jamás has terminado?

La novela que estoy escribiendo desde 2020 (y que sigue inédita). Técnicamente no la he terminado. A veces hablo de ella y de sus personajes como si fueran archiconocidos. Pero bueno, hablo de ella con gente que ya me conoce.

¿A qué personaje literario le confiarías tu diario?

Creo que jamás tendría un diario. Pero le podría confiar mis conversaciones de WhatsApp a algún personaje de Kafka. Se aburriría y nunca terminaría de leerlas.

¿Qué autor muerto invitarías a tu funeral solo para que lea algo devastador y elegante sobre tu mediocridad redimida por el amor a los libros?

David Foster Wallace.

¿Cuál fue la peor traición literaria que sufriste? ¿Un mal final, una adaptación atroz, o que tu autor favorito profesara una ideología incompatible con tus principios?

Justo lo hablaba el otro día con alguien: el final de La montaña mágica.

¿Cuál es el insulto más refinado que has pensado hacia alguien que dice “no me gusta leer”?

Leí mal la pregunta. Pensé que me preguntaba por un insulto hacia algún escritor que odiara leer. Creo que ese error fue más interesante. Leer las últimas novelas conceptuales de Alejandro Zambra (no las primeras) es como leer los agreements en letras pequeñas de una app recién instalada.

Tienes una pila de libros por leer tan alta que si se cae podría matarte. Aun así, ¿cuál(es) compraste ayer?

Contestaba por allá arriba que había comprado Viajes al país del silencio, la antología de Gris Tormenta sobre el silencio.

¿Qué libro «profundo» te pareció un fraude elegante lleno de humo, citas sueltas y pseudomística de librería hípster?

Los caídos, de Carlos Manuel Álvarez. No es una novela pretenciosa en el sentido de que busque un lenguaje barroco, o de que esté llena de citas de filósofos, ni nada por el estilo. Se narra desde el presente como si se grabara con un teléfono, y eso puede no estar mal, el problema es que usas el teléfono para grabar lugares comunes, lo que se espera que escriba un autor cubano contemporáneo. Es pretenciosa porque pretende ser la novela del presente cubano, la novela que había que escribir. Un melodrama forzado, comprometido, casi al estilo del realismo socialista. Como el guion de Conducta, la película. Pero al menos Conducta tiene otras cosas: las actuaciones, la fotografía. La escritura de Los caídos en cambio es una escritura digna de Juventud Rebelde. Sin matices. Y sé que puede parecer raro que elija referirme a Los caídos para hablar de un libro pretencioso (habiendo tantos: mencionaba a los de Alejandro Zambra antes). Lo menciono porque es un ejemplo de cómo ven muchas editoriales y revistas a la literatura cubana contemporánea. ¿Qué se espera de nosotros? Pues que escribamos del «tema» cubano. Y hay tanta gente queriendo escribir el libro de la actualidad cubana, porque asumen que eso es lo que hay que escribir. La literatura cubana es hoy (tristemente) una literatura más comprometida que nunca, si es que sigue existiendo. Y no hay nada en el mundo más pretencioso que un autor comprometido.

¿Cuál es la última vez que leíste algo tan hermoso que reveló algo de ti mismo y quisiste arrancarte los ojos como Edipo?

Hace menos de un año leí los Diarios de Alejandro Rossi. Páginas oscuras, que me hicieron replantearme muchas cosas.

¿Cuál es tu edición de “libro fetiche”, esa que no prestas, aunque la otra persona te prometa su alma?

Hay una edición de cuentos de Chesterton, azul cielo, que perdí hace años, y que luego recuperé (es decir, luego me la encontré en una librería). No pienso prestarla jamás.

¿Qué autor invocarías en una sesión espiritista para preguntarle por qué te dejó con ese final?

Al autor del libro de Job. El final (cuando interviene Dios) es misterioso, no queda del todo claro. Tengo mi propia interpretación, pero no estoy seguro. En el libro se cuentan los diálogos de Job con unos fieles. Job se queja de cuán injusto es el mundo que Dios ha construido, y los fieles le dicen que el mundo ha sido cruel con él solo porque él ha desobedecido a Dios, algún pecado habrá cometido, o no lo habrá reverenciado lo suficiente. Pero al final Dios reprende a los fieles: no tiene sentido tratar de hallar una lógica entre el mundo y sus deseos, no tiene sentido hacer lo que hacen muchos cristianos, de hecho, que es argumentar que dios «castiga» o «bendice» dependiendo de cuán malo o bueno seas.

¿Cuál es tu ritual de lectura secreto que te hace sentir que el mundo tiene sentido, aunque sea por diez páginas?

Los relatos de Borges. No sé si hagan sentir que el mundo tiene sentido, pero hacen algo más importante: me hacen sentir que la literatura tiene sentido.

¿Qué frase literaria usas para justificar tu adicción a leer en lugar de resolver tus problemas reales?

Creo que me las he ingeniado siempre para que la lectura y la escritura sobrevivan al margen de mis «problemas reales». No trato de justificarlas.

¿Qué libro quema lentamente tu conciencia porque nunca lo terminaste y aun así opinas de él como si fueras crítico del Paris Review?

El Quijote. Confieso que me salté algunos capítulos, pero solo unos pocos. Primero lo leí en una edición abreviada venezolana, y luego lo leí en su versión completa, pero esa vez igual me salté un par de capítulos. Nunca me interesó el Curioso impertinente.

Si fueras un libro olvidado en una estantería polvorienta, ¿qué frase pondrías en tu contratapa para que alguien, por fin, te elija?

Estuve a punto de agregar una nota en un libro que publiqué hace dos años, La intuición de la caída. Finalmente la borré. La nota decía algo así como: «El lector es libre no solo de tomar cosas de este libro, sino de dejarlas aquí, para librarse de ellas».

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